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jueves, 4 de diciembre de 2008

Mil formas de ver una foto



Hay miles de formas de ver una foto. Tantas como espectadores pueda tener esa imagen. Aprovecho la ocasión para rescatar un texto que encontré en mi ordenador y que tiene mucho que ver con esto. Durante los veranos, el escritor Juan José Millás se encarga de criticar una foto al día. La imagen procede de los archivos del periódico EL PAÍS y en su crítica, Juan José escribe lo primero que se le viene a la cabeza al contemplar la fotografía. Transcribo el artículo titulado "Usted no tiene corazón", aparecido en ese periódico el día 12 de agosto de 2004. Otra forma de ver una foto. Merece la pena su lectura.

"De súbito, la mañana del 5 de marzo tropezamos en la primera página del periódico con esta imagen que ilustraba las manifestaciones llevadas a cabo el día anterior por los alumnos de secundaria para protestar por la política educativa del PP. Pero qué nos importa la noticia a la que servía cuando es evidente que el fotógrafo consiguió trascenderla para contarnos, con la coartada de la actualidad, el desencuentro eterno entre la autoridad competente y el júbilo. Si usted es aficionado a los tests y quiere averiguar en dos segundos si es idiota, pregúntese del lado de quién se pondría en esta foto. Si se queda con los cráneos de plomo frente a la sonrisa que rompe en mil pedazos la monotonía de los uniformes, usted es idiota, con perdón, y seguramente no tiene remedio. Hágase ver de todos modos.

Ya sabemos que no hay alegría desbordante que no incluya un punto de inconsciencia. Hay que ser inconsciente, desde luego, para llegar hasta ese muro de cuerpos acorazados, que sostienen un escudo en una mano y una porra en la otra, y buscar la grieta por la que asomarse al exterior para saludar a los amigos que se han quedado al otro lado. Es evidente que la chica no se da cuenta del grado de peligrosidad de su acto, y ese no saber forma parte de su dicha, y de la nuestra cuando la contemplamos. A veces, por entre las rendijas de los muros resecos de las cárceles aparece un trébol cuya visión arregla el día a los reclusos soñadores. Esa chica era el trébol en la espalda yerma del sistema; la mariposa en la torreta del tanque; el lagarto de colores sobre la tapia del cementerio. Pero no podía ser todo eso sin ser ignorante del peligro que corría.

Observen ahora las mangas del jersey, llenas de esas pelotitas que se forman por el uso y por los lavados sucesivos en los tejidos de lana. Tal vez su madre le había dicho mil veces que lo jubilara o que le pasara uno de esos cepillos especiales, pero a la chica le gusta como está. Quizá lo estrenó un día que no quiere olvidar o quizá siente hacia la ropa nueva el mismo rechazo que a las ideas viejas, que van a todas partes sospechosamente planchadas. Empezamos a hacernos mayores el día en el que nos deshacemos de ese jersey confortable y solidario de toda la vida porque le han salido bolitas, sin tener en cuenta que las bolas son el pensamiento de la lana como las arrugas son el pensamiento de la piel.

No lleva reloj porque es evidente que no necesita trocear el tiempo para usarlo a porciones. Se lo come de golpe, sin pensar si le quedará algo para mañana. Es otro modo de inconsciencia que nos reconforta. Un tirante, que el pañuelo no ha logrado tapar, delata que lleva una mochila cargada de libros a la espalda, pincelada que también le agradecemos, pues necesitábamos algo que metaforizara su anclaje en la realidad. No sé qué dijeron sus padres cuando tropezaron con esta fotografía en la primera página del periódico, pero si usted, al verla, no deseó ser la persona cuya atención intenta reclamar la chica con esas manos que se agitan en el aire como dos pájaros en trance de apareamiento, usted no tiene corazón".


Juan José Millás